Soy fotógrafo de bodas, sí. Pero sobre todo soy un contador de historias, de emociones, de momentos que no se repiten. Porque ese instante en que se cruzan dos miradas, esa risa espontánea, ese abrazo de emoción… no vuelve. Pero sí puede vivir para siempre en una fotografía.

Trabajo con parejas que quieren un recuerdo real de su boda: sin artificios, sin filtros vacíos. Fotografías auténticas, sensibles, que reflejen quiénes sois y cómo vivisteis ese día tan especial. Desde los preparativos hasta la fiesta, desde el “sí, quiero” hasta la última lágrima feliz.

Y más allá de las bodas, también inmortalizo comuniones, cumpleaños, aniversarios y celebraciones familiares, con el mismo cuidado, pasión y profesionalismo. Cada evento es único, y lo trato como tal: buscando los mejores encuadres, captando los detalles, sin interrumpir la magia del momento.

Porque la fotografía no se trata solo de imágenes… se trata de recuerdos.